Cap. 2.9

          Dominada la España por la espada de Napoleón, cautivos sus monarcas, y fermentando en secreto el odio al extranjero, el estallido no se hizo esperar. El alzamiento del 2 de mayo en Madrid fué la señal, y la heroica muerte de Daoiz y Velarde y las bárbaras ejecuciones del Prado que se siguieron, dieron a la revolución española su enseña su carácter popular.
          Los fugitivos de aquella sangrienta jornada llegaron en la misma noche a la pequeña villa de Móstoles, que situada a 16 kilómetros de la capital de la capital sobre el camino de Extremadura, vegetaba en la oscuridad, sin historia hasta entonces. El Alcalde, pobre rústico, inspirado por el patriotismo, sin nociones siquiera de ortografía, trazó en pocos renglones inmortales la circular del alzamiento general de España, que resonó como un trueno en toda la Europa, y que fue la señal de la caída del coloso del siglo. Decía. -«La Patria está en peligro, Madrid perece victima de la perfidia francesa: Españoles, acudid á salvarla. Mayo 2 de 1808 - EL ALCALDE DE MÓSTOLES».
          Dos días después, este elocuente y lacónico parte anónimo que ha pasado á la historia de la humanidad, transmitido de alcalde á alcalde como un toque de alarma, llegaba con rapidez prodigiosa á las últimas provincias del mediodía sobre la frontera de Portugal. Hallábase allí el general Solano, nombrado nuevamente capitán general de Andalucía de regreso de su expedición con las tropas de su mando. Su primer impulso fué marchar sobre Madrid, pero sofocado el pronunciamiento del 2 de mayo y confirmado en su mando por los franceses, volvió sobre sus pasos, y se situó en Cádiz sede de su gobierno.
          Instalada la Junta de Sevilla en nombre de la nación y del rey, instó á Solano para que se pronunciara apoyando la insurrección general. Hombre de luces y de cualidades morales, amado del pueblo, empero se le tachase con razón de afrancesado, impresionable, é irresoluto en la acción, aunque valiente, Solano trepidó, asumió  una actitud equívoca, y acabó por promulgar á la luz de hachas encendidas, en la noche del 28 de mayo, un bando por el cual condenaba la insurrección, no obstante adherirse á  un alistamiento nacional.
          El pueblo pidió á grandes gritos el ataque inmediato de la escuadra francesa, surta ha hacia años de Cádiz, juntamente con la escuadra española después de la derrota de Tragalgar. Retardada esta exigencia popular, no obtante haber obtemperado al principio á ella el capitán general, la muchedumbre al principio á ella el capitán general, la muchedumbre excitada se dirigió al día siguiente á su palacio, apersonándose una diputación á increparle su traición ó su flaqueza. Uno de los diputados salió al balcón á hablar al pueblo para tranquilizarlo con las promesas de ataque inmediato á la escuadra francesa; pero confundido á la distancia con Solano y tomándose sus ademanes por negativa disparándose sobre él algunos tiros, á lo que siguió un tumulto con el intento de asaltar la casa.
          En este momento crítico se presentó sereno y resuelto el ayudante á la vez que el oficial de guardia, que lo era el capitán don José de San Martín: hizo replegar la tropa e su mando, cerró la puerta, se atrincheró y dispúsose á la defensa. Los amotinados derribaron la puerta á cañonazos y penetraron al interior; pero ya Solano había tenido tiempo de fugar y refugiarse por la azotea en una vecina, donde fué descubierto y bárbaramente inmolado1.
          Esta tragedia sangrienta, en que el mismo San Martín fué actor y hubo de ser víctima, no se borró jamás de su memoria. Ella determinó sin duda muchas de sus resoluciones políticas en lo sucesivo. Desde entonces, no obstante su sincero amor por la libertad humana, miró con horror profundo los movimientos desordenados de las multitudes y los gobiernos que se apoyaban en ellos. Pensando que el gobierno de este mundo pertebece á la inteligencia apoyada en la fuerza morigerada, formó parte de su credo político la máxima de que todo debe hacerse para el pueblo; pero subordinándolo á la disciplina.
          Empero, su razón y su corazón debieron decirle en aquel momento, que si bien de parte del populacho estaba el exceso, de parte de la España estaba la justicia; y que, ejecuciones por ejecuciones, las del Prado de Madrid el 2 de mayo ordenadas por un exceso de austeridad, eran más bárbaras y menos justificadas que la del general Solano. La heroica muerte de Daoíz, su antiguo compañero en el sitio de Orán, debió haber hecho vibrar en él esta cuerda simpática, y la decisión con que tomó inmediatamente su partido y su conducta posterior, así lo muestra.


  

  1. Torreno: «Historia del levantamiento general de España», lib. 3º
    Chao «Historia general de España»
    Toreno dice terminantemente: «La guardia mandaba por el oficial San Martín, después caudillo célebre del Perú, se metió dentro y atrancó la puerta». Si San Martín hubiese sido realmente edecán de Solano, como se ha dicho un historiador tan bien informado como Toreno no lo habría ignorado, ni dejado de consignarlo, conociendo, como se vé, la celebridad del personaje. Ni se comprende que sea de otro modo, pues sólo á los oficiales de guardia compete mandarla en persona en estos casos, y la tropa que la daba pertenecía al cuerpo de «Voluntarios de Campo Mayor», en cuyo regimiento continuó sirviendo sin interrupción hasta agosto de 1808, como hemos demostrado en nota anterior.


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